jueves, 13 de diciembre de 2012

La selva ilustrada de Burne Hogarth


La contemplación de estas imágenes nos sumerge en el misterio de la lujuriante selva africana imaginada por el novelista Edgar Rice Borroughs, y ampliada por tantos otros artistas después de él. Nos parece estar oyendo el rugido de Numa, el león, y de Sheeta, la pantera, mientras retumba el lejano eco del dum-dum de los grandes simios (los mangani) y barrita Tantor, porque Histah la serpiente acecha en la espesura.
Hemos entrado en los dominios de Tarzán, el rey blanco de los monos (qué poco "correcto" suena esto ahora), el indiscutido amo y señor de estos contornos, un mito moderno que puede medirse con otros más antiguos como Cuchulain, Hércules o Gilgamesh. 

La imaginación de Burroughs supo crear un universo propio, sólo en parte coincidente con el Africa real de la época del colonialismo, en la que la supremacía del hombre blanco en el mundo no era todavía discutida ni discutible. Un universo que contrastaba con el avance creciente de la urbanización y que proponía un retorno a los orígenes, al hombre cazador del Paleolítico, al ser inmerso en la naturaleza , lleno de energía y que conserva fuertes sus instintos,  única forma de sobrevivir en un entorno hostil. En algunos aspectos coincide con la mentalidad del pionero americano recién llegado a un territorio virgen e inexplorado, el hombre solitario y de carácter fuerte que debe luchar día tras día para defender su propia existencia, valiéndose para ello de poco más que su astucia y su fuerza física ( y un simple cuchillo en el caso de Tarzan, o un hacha como Thoreau en "Walden"). En los tiempos en que Burroughs empezó a publicar sus novelas, los años previos a la Primera Guerra Mundial, el pionero blanco era ya una especie en extinción, y los últimos boers habían sido masacrados en nombre del humanitarísimo Imperio británico, pero su recuerdo pervivía en la memoria y permitía soñar con la aventura, en un mundo cada vez más anodino y gris, a los lectores de este gran autor americano y de tantos otros, como Jack London o Robert E. Howard (el epígono de la literatura heroica).
No tardaron en hacerse adaptaciones de este mito para el cine y el comic, apareciendo sus aventuras en los suplementos dominicales de la prensa, siendo el primer gran artista que se encargó de dibujarlas con estilo realista el angloprusiano Harold Foster. Pero pronto abondonó este trabajo para consagrarse al proyecto de su vida, la saga del Príncipe Valiente, y entonces se ofreció la oportunidad de continuar las historias del rey de la selva a un joven dibujante todavía poco conocido: BURNE HOGARTH.
Durante los primeros ocho años (1937-1945) en que dio vida al personaje de Tarzan, Hogarth fue capaz de ampliar aún más el universo borrougshiano con toda clase de peripecias, donde se dan cita en un escenario cada vez más alucinante y barroco los habitantes de un continente más soñado que real: pigmeos cavernícolas,chinos perdidos en el continente negro, boers supervivientes, tribus de amazonas y de negroides diversos, nómadas tuaregs, el ejército de askaris al servicio de Dagga Ramba, los ibeks (una especie de bárbaros nórdicos desplazados misteriosamente allí y que se sublevan contra el antedicho tirano), agentes nazis llegados no se sabe cómo y malos malísimos, pueblos semiatlantes del agua y del fuego..
Se trataba ahora de ofrecer al público un modelo de héroe espartano, capaz de enfrentarse a las dificultades (muchas veces violentamente), lo mismo que los americanos en la época de la Gran Depresión y la segunda guerra mundial, defendiendo y aplicando eso sí el cuestionable ideal de justicia " a la americana". A idéntico propósito servirían, mejor o peor, las historias contemporáneas de Flash Gordon (alex Raymond), Superman  y el ya mencionado Príncipe Valiente (aunque a este último resultaba imposible, por cuestiones de anacronismos, movilizarlo para combartir al Eje del mal).
Tras una etapa de dos años (entre 1945 y 1947) en los que creó el personaje del gaucho Drago, un proyecto de comic más personal que resultó un fracaso porque no conectó con sus lectores, volvió a dibujar las nuevas aventuras del semidios de la selva entre 1947 y 1950, haciendo evolucionar su estilo de una manera sorprendente, demostrando sus profundos conocimientos de anatomía humana y animal, y descubriendo e innovando con nuevas formas de narración visual, cuya influencia (reconocida o no) se perpetúa hasta nuestros días en otros dibujantes de comic e ilustradores, pero sin alcanzar  las cotas de calidad del maestro Hogarth. De este último Tarzan de los periódicos recordamos la aventura en la que se enfrenta a los Ononoes, una extraña  e imposible especie de humanoides cabezones, que al parecer imaginó tras sufrir una delirante pesadilla.
Unos pocos años antes de que el Pop art se sirviera de las imágenes de los comics para banalizar el arte, Hogarth supo, con su  genial aportación, elevar al comic a categoría artística.
Hogarth defendió sus derechos de creador frente a las exigencias de los poderosos sindicatos de la prensa americana, y por desavenencias decidió abandonar las páginas de Tarzan y consagrarse a la docencia en la prestigiosa Escuela de Artes Visuales, de la que fue director de programas, y a pintar y a escribir e ilustrar manuales para enseñar a dibujar (sus libros se cuentan entre los mejores métodos para aprender a dominar la anatomía dinámica).
De todos modos, veinte años después de su retirada de los periódicos volvió a obsequiarnos con dos espléndidos volúmenes (en 1972 y 1976) dedicados al selvático personaje con el que tanto se identificó, esta vez planteados como lo que hoy llamaríamos "novelas gráficas" (siendo dos de los primeros ejemplos de este género literario tan de moda ahora, aunque por desgracia la mayoría de las actuales producciones no pueden comparase con estos maravillosos tomos de Tarzan de los que estamos hablando). Aquí el maestro consigue lo imposible, superar el nivel artístico alcanzado en su juventud y sumergirnos en el torbellino de una selva como nunca se había ilustrado antes, en la que todos los elementos (personajes humanos y criaturas salvajes y entes vegetales) están integrados en una especie de panteismo dinámico, participando de una única corriente de energía que fluye sin cesar en cada una de sus páginas.
A pesar de haber sido un autor norteamericano, Hogarth fue ( y sigue siendo a través de sus obras) un colosal artista,vigoroso y regenerador, un gran creador y pensador del dibujo, lo más alejado que pueda concebirse del actual panorama de decadencia que viven las artes, y que merce un mayor reconocimiento y difusión en los  medios especializados.

Imágenes extraídas de: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYsJjqgHvB8l2egzao0wmXfkwVfMZZ018LuFQSheRHZ7qUEKMT7DPTWyC8iT7LcCWytGjyBNtHx2KRYquuQxDsAbeBT21duNfv3MnQ9PTeUoZUvnRGUN27jkEVH6ted8rgumxefAE6Ztk/s1600/tarz2.jpg
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