miércoles, 27 de marzo de 2013

DOS OBRAS MAESTRAS DE URBANO LUGRÍS



"Habitación del viejo marinero" (1946) óleo sobre tabla 98 x 100 cm.

Hay dos cuadros de Urbano Lugrís que destacan del conjunto de su obra,por su carácter enigmático y por su talante atípico. Una de ellas es,sin embargo,la pintura más conocida del artista coruñés, su "Habitación del viejo marinero". La otra,no tan famosa, es el "Anticuario del puerto",obra que forma pareja con la anterior, aún siendo en muchos aspectos contrapuesta,como pasaremos a exponer a continuación.
Ambas tablas fueron pintadas en el mismo año, 1946, empleando una técnica al óleo "a la antigua",imitando el estilo de los primitivos flamencos (como Jan van Eyck), minuciosos y atentos a las calidades materiales de los objetos. También como ellos, Lugrís incorpora una dimensión simbólica a lo que a primera vista parecen tan solo "naturalezas muertas". 


La época en la que Lugrís las pintó corresponde a su primera etapa viguesa, cuando empieza a desenvolver su predilección por el tema del mar, aunque generalmente en pinturas de pequeño formato, casi miniaturas. Estos cuadros,no obstante, son inusualmente grandes (aunque la manera de pintarlos sea la de un miniaturista) y representan interiores barrocos, abarrotados de muebles y de cosas, en contraste con los paisajes y marinas tan presentes en el resto de su obra
En 1946 Lugrís realiza dos importantes exposiciones en Galicia con más de 80 óleos suyos ,la primera en la Sala del Casino de Vigo en la que se exhibió la "Habitación". El cuadro fue adquirido de inmediato por el Ayuntamiento de Vigo para conservarlo en el Museo de Castrelos. Allí ha estado hasta su reciente traslado a la Pinacoteca Francisco Fernández del Riego, donde puede contemplarse en la actualidad.
La otra exposición se celebró en La Coruña, ciudad donde se quedó el "Anticuario" al pasar a la colección de San Claudio, una de las más completas de cuadros de Lugrís,ya que se compone de 30 óleos del artista,más algunos polípticos. Más tarde estos fondos pasaron a formar parte de la colección de la Fundación Caixa Galicia. Es decir, las dos obras están repartidas entre Vigo y La Coruña, las dos ciudades hermanas-rivales de Galicia  entre las que  transcurrió la mayor parte de la existencia de Lugrís (si omitimos los intervalos de tiempo en los que residió en Madrid).
Como apunta el estudioso Alberto González-Alegre, en la "Habitación" Lugrís crea un espacio en profundidad en el que el espectador puede entrar, pasando entre la mesa y el globo terráqueo situados en primer plano. Este camino conduce hasta el butacón vacío, principal protagonista del cuadro, que indica la ausencia del otro protagonista humano, el dueño de la habitación. El espacio se prolonga hacia la ventana del fondo, abierta  a un paisaje marino.
Todos los objetos que se amontonan respondiendo a una especie de "horror vacui", guardan relación con el mar y nos hablan del viejo marino, de sus sueños de juventud (o los anhelos del propio Lugrís, que siempre soñó con hacerse marino),  sus viajes, sus recuerdos. Encontramos maquetas de barcos, mapamundis, conchas marinas ("buguinas"), pipas blancas, instrumentos de navegación (catalejos, un sextante, un fanal, cartas,etc.), láminas de peces, pinturas marinas (como ese barco que se zarandea en un océano embravecido y que nos recuerda a otro cuadro de Lugrís dedicado a "El puerto de La Coruña"). Hay varios libros del mismo tema, uno en primer término, abierto por el capítulo  "De las propiedades del Leviatán", con una hermosa ilustración sacada de un Bestiario o de un tratado de prodigios como el de Ambroise Paré. En las estanterías aparecen otros: "El arte de marear", "Examen de Pilotos", "Cosmographia", "Norte de la Navegación"etc. No falta un barquito introducido en una botella sobre la mesa, un exvoto de la Vírgen del Carmen sobre la ventana, una pareja de chinitos de porcelana traídos de algún viaje al Oriente, un grabado antiguo de la "Plaza y puerto de Vigo"...Y colgando del inclinado techo de tablas (tan parecido al del camarote de un galeón) una misteriosa bola de vidrio azul, tal vez una esfera celeste. El único ser vivo que vemos en este cuadro sea quizás el loro posado en una rama, el compañero del viejo pirata, aunque nada nos asegura que no se trate de un ejemplar disecado. Pero vivos están sin duda los recuerdos que evocan cada uno de estos objetos.


"Anticuario del puerto" (1946) óleo sobre tabla 80 x101 cm
Da la impresión de ser esta "Habitación" una pintura inagotable, un microcosmos donde el espectador puede zambullirse hasta olvidar el sentido del tiempo, entrando en el silencioso reino de la memoria. Todo tiene un aire metafísico, jugando Lugrís como Giorgio de Chirico con la idea del tiempo detenido en un instante eterno. Ahí tenemos un reloj de pared que se ha parado a las 3 menos diez, aunque hay también otro reloj dentro de la cápsula de los chinitos que marca una hora diferente, reforzando la sensación de que el tiempo real carece de importancia aquí, porque se ha vuelto eterno.
Curiosamente Lugrís no sólo firmó el cuadro con su apellido y el anagrama del ancla en la esquina inferior derecha, sino que algunos objetos llevan sus iniciales U.L., como el plato de porcelana de la pared o el frasco de vidrio que se encuentra en el armario.
La otra obra, el "Anticuario del puerto", presenta también ese aspecto de "gabinete de curiosidades" similar al de la "Habitación", pero se trata de una imagen muy distinta. Aquí el espacio se vuelve panorámico, no se nos invita a participar en él tanto como en el otro. La mesa situada en primer plano, abarrotada de objetos, muchos de los cuales aparecen de forma fragmentaria, nos cierra el paso y sólo nos podemos contentar con curiosear por encima de ella. Las piezas que vemos no proceden de una única persona, sino que son pertenencias con orígenes diversos que, por circunstancias de la vida,  han sido puestos en almoneda. La ventana que aparece al fondo está propuesta como un cierre también, pues tiene mucho de escenografía, como un gran cuadro en trompe l'oeil.
Volvemos a ver colgada del techo la maqueta de un barco junto a un grabado de la pesca de la ballena. Y otra enigmática esfera de vidrio azul (este símbolo de la atemporalidad y de la perfección geométrica se repite en otras obras de Lugrís, como  "Sinfonía en Mar Mayor").El globo terráqueo, en este caso, nos muestra una serie de islas desconocidas, difíciles de identificar, y detrás asoma otro loro, esta vez disecado sin ninguna duda, y encerrado en una cápsula de cristal (la "simbología del vidrio" es una característica muy presente en la obra pictórica de Urbano Lugrís).
Como sucede con la mayoría de los cuadros del pintor coruñés, nos hallamos ante imágenes que remiten a un universo mágico y poético, donde nos gustaría refugiarnos cuando la rutina de este mundo gris se vuelve insoportable. Es el universo de las leyendas celtas y cristianas que tienen como protagonista al mar, aquí expresado alegóricamente, a través de los objetos y de los símbolos. Contemplando la "Habitación" me vino a la memoria la famosa frase de Matisse acerca de que un cuadro debía ser como un cómodo sillón. En el caso del francés esa afirmación puede que tenga un sesgo algo decadente, propio de un arte blandengue y alambicado. La butaca de Lugrís es otra cosa, no invita a la molicie de los espíritus caducos, sino a que echemos a volar con las fértiles alas de nuestra imaginación.

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